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Proteger, no esconder jueces


Tatuado en mi memoria es la imagen de la máquina de escribir bañada de sangre.

Con esta vieja máquina el juez de instrucción y los peritos forenses tomaban las declaraciones en las escenas del crimen. Unas horas antes, el equipo de funcionarios judiciales había sido masacrado por la guerrilla cuando atendía un llamado de investigar y recoger un cuerpo en las afueras de Bogotá.
Fueron emboscados con explosivos que sembraron en la carretera y cuando se detuvo el convoy, los asesinos remataron a los que sobrevivieron a las explosiones. Uno de los médicos usó su cuerpo para proteger a una funcionaria y antes de morir le susurró: hazte la muerta. La encontraron, viva, cubierta de sangre y debajo de los cuerpos inermes de sus compañeros. Varios de los muertos eran colegas y amigos, varias semanas antes yo había acompañado a este grupo a varias diligencias judiciales. Por eso no puedo olvidar esa máquina de escribir, bañada de sangre. Leer en El Financiero

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